Las necesidades de formación en la Escuela

TEXTOS | Resonancias

Las necesidades de formación en la Escuela

Por Silvia Macri

Fui convocada a hablar hoy acá sobre las necesidades de formación en la Escuela, en nuestra recién nacida Escuela… Pensé mucho en cómo hacerlo, pensé si realmente las necesidades en nuestra Escuela son o serían diferentes de las de cualquier escuela de la AMP.

Todos sabemos desde Freud cual es el trípode en que se apoya nuestra formación, así lo propone también Lacan en el acto de fundación de su Escuela en Paris en 1984: el propio análisis, el control de la práctica y la lectura de textos. A este trípode podríamos agregarle las tres dimensiones Millerianas respecto del psicoanálisis: clínica, epistémica y política.

Me pregunto cómo las tres patas del trípode podrían anudarse en una Escuela donde la formación de cada uno queda supeditada al propio deseo, deseo que por supuesto no es sin fantasma o en el mejor de los casos no es sin restos sintomáticos.

En ese sentido me pregunto cómo hacer existir la formación en nuestra Escuela, como operar como causa de deseo de análisis personal, de control de la práctica y lectura de textos.

Si en algún lugar Miller sostiene que no hay clínica sin ética, me atrevería a hacer extensiva su frase a nuestro trípode de la formación para hablar de una ética del análisis, de una ética del control y de una ética en la transmisión de los conceptos, como así también hacerla extensiva a sus tres dimensiones pues no hay clínica sin ética pero tampoco hay formación epistémica ni política sin ética, deduzco entonces que sería la ética la que a modo de cuarto nudo articularía de la mejor manera los ejes en que se sostiene nuestra formación y con ello nuestra Escuela.

Se trata entonces de pensar anudamientos posibles, anudamientos de las tres patas de la formación entre sí y con la Escuela o bien de cómo atraviesa cada uno esa experiencia en lo personal y como esa experiencia hace eco en la Escuela.

Creo que si algo puedo transmitirles es cómo yo misma atravesé esa experiencia como analizante y como analista, como controlante y como controladora como así también algo de la formación teórica que adquirí tanto leyendo como escuchando y a la vez tratando de transmitir y, cómo se articularon para mi esas tres patas que a veces marcharon demasiado juntas, sobre todo el propio análisis y mi práctica que en muchos casos no dejaron de interferirse, encontrándome más de una vez en el control con mi fantasmas interfiriendo en el deseo del analista, cuestión ésta que me llevó a pensar más adelante en cómo analizar sabiendo hacer con los restos sintomáticos para hacer finalmente de eso un estilo singular, pues no es sin eso!

En una oportunidad y después de relatar un caso en el que no me animaba a intervenir cortando la sesión por temor a que el paciente no regrese, recuerdo haber escuchado al controlador decirme: «no se puede analizar con un fantasma de abandono», concluyo ahora, que las más de las veces los impasses en las curas se deben a la influencia de los propios fantasmas en el deseo del analista.

Comencé mi práctica como psicóloga en un hospital, dispuesta a darle a mis futuros pacientes las palabras exactas que les darían la solución a su padecimiento neurótico. Ese decir acertado era posible y, no cesaba de buscarlo tanto en la teoría como en los controles.

Controlé buscando, no sin cierta obstinación, la respuesta correcta que debía existir y que yo tenía que aprender a dar.

Más de una vez en mi práctica me encontré preguntándome qué haría o diría mi supervisor en ese momento, otras me encontré imitando a mi analista, lo que confirmaba sin duda mi necesidad de un Otro que operase como garantía.

En principio los controles habían comenzado de la misma manera que el análisis, ante la urgencia y con la convicción de que existía un saber que alguno de los sujetos supuesto saber de ese entonces iba a proporcionarme, controlaba el mismo caso con diferentes analistas pero una y otra vez las esperadas respuestas no aparecían haciendo de esa manera

eco o espejo con la escena del análisis, donde por supuesto tampoco encontraba indicaciones sobre cómo resolver mis SOS.

En mi obstinación fui a controlar con aquel que para mí representaba el máximo supuesto saber, el Otro del Otro. El caso era de un joven esquizofrénico muy grave, que padecía de un inconmovible delirio que angustiaba mucho a su familia y también a mí, que estaba convencida que iba a curarlo. Aun hoy recuerdo casi textualmente las palabras del control luego de relatar el caso: ¿Cuál es su pregunta? A lo que rápidamente respondí ¿qué puede hacer el psicoanálisis por él? Para mi sorpresa su respuesta fue una sola palabra «Nada»!!!, el psicoanálisis no puede hacer nada!, usted como psicoanalista puede ofrecerle un espacio simbólico al que pueda acudir, no más que eso!»

Transité una y otra vez por los momento de ver comprender y la prisa por concluir, sin

duda la evolución de mi propio análisis fue modificando mi práctica y mi control, ambos funcionando como un resorte uno sobre otro, el análisis produjo efectos en el control y viceversa. El encuentro con lo imposible, el corte, la angustia, y demás momentos cruciales de la cura operaron y operan como un saber que produce incalculables efectos de formación.

Por último puedo transmitirles algo de mi experiencia como controladora, si como controlante me encontraba como sujeto dividido por su no saber sobre el caso en el lugar del otro en el discurso analítico, como controlador supongo debía poder ubicarme en el lugar del agente como objeto causa de deseo de control, debo confesar que pensado hoy desde la distancia creo que muchas veces tal vez por mi gusto por la docencia estaba ubicada en el lugar del saber, como así también otras veces supe que mis intervenciones tuvieron efecto de interpretación aunque esa no hubiese sido mi intención.

Si les transmití todo esto es porque si de algo he aprendido es de mis propios lapsus, de los cuales pienso seguir extrayendo consecuencias, ya que considero que la formación del analista es interminable. También para recordarles que la experiencia de la formación es absolutamente singular y que hay tantos recorridos epistémicos, tantas experiencias de análisis y de control como practicantes siempre uno por uno y caso por caso