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¿Cuál es el síntoma de la sede? fue la pregunta que dejo enunciada la presidenta de la NEL. Marcela se preguntaba ¿cómo se puede compartir un síntoma siendo que escuchamos todo el tiempo que el síntoma es lo más singular de cada uno? Ambas preguntas resonaron para mi y mientras preparaba el argumento de la enseñanza declarada me tope con el siguiente párrafo de Miller quien a propósito de la frase -el inconsciente es la política-, señala «El inconsciente no es algo propio de cada quien. Es un discurso que funda una o varias comunidades, es un discurso cuyo principio es la identificación» (pag 202 E.P) El inconsciente es la política porque responde a la estructura del discurso del amo pretendiendo dominar un goce. En consecuencia si intentamos identificar un síntoma de la sede tendremos que ubicar el significante ideal al que nos identificamos y que nos une y nos separa de otros en comunidad, el modo de goce con el que nos enlazamos y por supuesto el malestar que surge del fracaso por estructura de la identificación. Considero que si hay algo sintomático para nosotros es el grupo. No me refiero al efecto grupo que surge en todas las escuelas y en todo sujeto que habla, considero que hay algo del orden de lo grupal que funciona como ideal la nuestra neonata escuela-sujeto «chilena» y que no es sin relación a nuestra idiosincrancia. Tomo el tema por aquello en lo que tuve directa responsabilidad. En el trabajo en la Coordinadora, por ejemplo, construimos un proyecto de 28 páginas en el que se incluyo «todo» lo que había en los dos grupos. Era un proyecto claramente «inclusivo», «incluyente», inspirado en los valores de lo equitativo y lo justo en el que nada de lo que habíamos construido como grupos asociados quedaba fuera, me pregunto: ¿cómo quedaba allí la escuela agujereada, no-toda, y con un vacío al centro?
Siempre tuvimos una fuerte convicción de hacer lo necesario para el proyecto funcionara intentando prever los potenciales conflictos y tensiones para poder pensar cómo responder a ellos para que no amenazaran el proyecto de la escuela. Pensamos cargos posibles con el fin que obtener un equilibrio político. Siempre primó una «política de los consensos», incluso para pensar mas allá de nuestra función de coordinadora el «paisaje» de transferencias y fuerzas de la futura sede.
Cuando decidimos proponer el directorio nos repartimos cargos sin preguntarle a nadie, pensando que con ello poníamos en ejercicio nuestra capacidad de autodeterminación y de solución de nuestras diferencias ¿qué Otro era la NEL y la AMP para nosotros? Hicimos de dos grupos, un solo grupo, sin falta y sin Otro operamos en la lógica del contrato. Miller y Milner oponen el registro de la ley y el registro del contrato, la primera descansa en la disimetría y el segundo en la simetría de la igualdad. La ley considera lo limitado, mientras que el contrato se abre a lo ilimitado del acuerdo entre las partes, en el campo de la ley del deseo no todo es posible, por ello conduce la falta-en-ser como constituyente del sujeto. En el contrato, el Otro del deseo esta forcluido, y el significante de la falta en el Otro queda elidido por las condiciones contractuales que avanzan hacia el todo es posible. El Otro es como mucho, testigo y garante, pero nunca causa. Lacan no apreciaba la reducción de la entrada en análisis, ni menos el acto analítico, a un contrato entre partes iguales, privilegió más bien lo analítico como resultado de una interpretación proveniente del Otro y a la verificación del consentimiento del sujeto a dejarse hablar por los significantes que exceden a su intención.
En Guayaquil recibimos un no, un no a nuestro acuerdo, a nuestro contrato. Si ese «no» cayó del lado de la interpretación del Otro de la ley del deseo o del Otro de capricho será algo que cada uno tendrá que cotejar con su análisis y su fantasma, pero eso sí, no puede ser eludido responderse acerca de que Otro es para cada uno de nosotros la NEL, la AMP y sus autoridades. Como «chilenos» sabemos de la triste confusión entre autoridad y autoritarismo, entre ley y capricho. Por ello no es menor si leemos el «no» de la NEL como un signo de la consistencia del Otro caprichozo, o como un «no» que hace deconsistir nuestro grupalismo y que en tanto el «no» de la ley que prohíbe, desliza un sí que habilita. Es la lógica de la elección forzada descrita por Lacan. Para mí se trato de esto último, pero a condición de reconocer la manera en que mi propio síntoma estaba implicado en lo que considero el «síntoma de la sede».
El síntoma de cada uno de nosotros, la singularidad del síntoma, es un parasito de la formación de comunidad que motiva el inconsciente. Uno por uno los síntomas singulares encuentran un punto de identificación con el que hacer comunidad.
En Guayaquil un día antes de las Jornadas de la NEL leí un informe que yo mismo redacte, y que todos conocieron, ante la asamblea de la NEL. Se trataba de un informe que reunía el trabajo de la coordinadora y presentaba el proyecto de la creación de la sede. Al concluir pregunte a Paola y Alejandro como había salido. Les confesé que estaba inusualmente nervioso. Hoy puedo decir que lo que ocurrió fue que me angustie, puede que no se haya notado, pero yo si lo note. Ante la mirada y el silencio de la asamblea de la NEL, leyendo nuestro «completo» informe hubo angustia. Algo del cuerpo se toco con los primeros pasos de entrada en la escuela.
Una segunda emergencia de angustia aconteció durante la actividad del día domingo, de la creación de la escuela, discutiendo sobre la posición analizante, tome la palabra para (según yo) decir lo que faltaba por decir y que no había sido dicho. También sentí ese «nerviosismo» antes de hablar. La presidenta de la NEL hizo un comentario y yo replique. Quienes me conocen saben que no soy precisamente inhibido para hablar en público y que me suele quedar bien el «rol docente». Esto dado que una arista no menor de mi síntoma se especifica como una relación con el saber con la que tiendo completar. Toda mi enseñanza escolar tuve las peores notas del curso. Siempre fui un mal estudiante, de los últimos, llegando a tener por años un promedio 1,0 en la evaluación de ortografía. Hubo un cambio en la relación al saber cuando en una clase filosofía la profesora ofrece una nota siete a quien aclare qué es lo que quiere decir una frase de un filósofo griego que había escrito en la pizarra. Yo lanzo unas palabras y recibo esta nota, ese reconocimiento del Otro, ante la sorpresa y la mirada silenciosa de mis compañeros. Obtuve un lugar en el Otro vía el goce del sentido que se anudó al objeto mirada y al objeto voz. Completé el sentido enigmático del Otro y el goce fálico quedo anudado al saber, al ejercicio del saber en relación al Otro. Se trata de un tratamiento de lo real, del no-todo que hace presente el agujero en el Otro, bajo la modalidad de un saber en que cada cosa tenga su lugar. Comprenderán que ese síntoma vino «como anillo al dedo» para la tarea que teníamos que cumplir en la coordinadora: pensar y diseñar como juntar a los dos grupos en Chile. ¡¿Que mejor síntoma para tratar de hacer de dos, Uno?! Un síntoma listo para ponerse al servicio de la formación de una nueva comunidad vía la identificación con otros.
Pero las autoridades de la NEL dijeron «no», y había que hacer algo con ese «no» y también con ese síntoma. Había que separar mi síntoma del síntoma de la sede. Y para eso me he servido del «no», que debo aclarar que puse en serie con un «no» obtenido en el análisis y que me permitió una rearticulación transferencial posibilitando que el goce del uno del parletre, vuelva a ser analizable.
En su curso «Causa y consentimiento» Miller explica la disimetría de la experiencia analítica señalando que la demanda de análisis es resultado de una autoevaluación del analizante y que toca al analista ratificarlo en esa demanda vía el acto analítico. La entrada en análisis implica entonces el consentimiento a dicha ratificación, que no opera sobre al demanda enunciada, sino sobre el síntoma del sujeto. La posición analizante no es el resultado de una demanda o una declaración, sino del consentimiento a una interpretación. La creación de la escuela ha tenido esa estructura también. No bastaba con demandar, con tocar la puerta y presentarse muy arreglados con los semblantes fálicos de nuestros informes. Había que consentir al Otro como resultado de la transferencia a la AMP. Consentir significa dar signos de un cambio de posición subjetiva y de una perdida de goce como resultado de una interpretación en transferencia o conducente a ella. Hemos escuchado en estas presentaciones este punto, por ejemplo en el consentimiento a ser despertado y despertar a la escuela de F. Pisani o en el paradigmático signo de deseo de M. González cuando luego de rechazar una invitación llega una hora antes. No puedo no mencionar el consentimiento de la coordinadora a la propuesta de la NEL para la dirección de la sede, una propuesta que para mi tuvo el valor de interpretación. Tampoco puedo dejar de mencionar el consentimiento de A. Reinoso a la propuesta y el desconcierto que le siguió sin conocer muy ben de lo que había aceptado. Tampoco puedo dejar de mencionar el consentimiento de R. Lagos, no es necesario decir el lugar que tiene para ella el psicoanálisis, y que su consentimiento no es sino un signo de su implicación al psicoanálisis y a la escuela.
Para finalizar quisiera parafrasear a Mauricio Tarrab, quien se pregunto en uno de sus testimonios «¿con que fantasma analizan a sus pacientes?», ¿con qué síntoma entramos y nos contamos dentro de la escuela? por mi parte espero seguir contando con el amable apoyo de mi angustia, pero de no ser así, espero poder servirme de algún «no» que encuentre por ahí y que lo pueda ubicar del lado de la autoridad analítica para hacer existir el vacío central que constituye a la escuela, y que para mi toma la forma de no-todo-saber
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