El síntoma de la exclusión/autoexclusión: "Ser una isla a fin del mundo"

TEXTOS | Resonancias

El síntoma de la exclusión/autoexclusión: «Ser una isla a fin del mundo»

Por Marcela González

Pocos meses vertiginosos, marcados por carteles fulgurantes, reuniones, conversaciones informales, entrevistas, un sinfín de actividades preparatorias dieron paso a la inauguración de nuestra sede Nel Santiago de Chile.

Un tanto agobiada por el ritmo anterior, pienso que lo que corresponde ahora es decantar «sin prisa, pero sin pausa», el momento actual, para ver donde estamos, en qué estamos, con qué contamos, y poder emprender – o proseguir- rumbo de manera orientada.

Hemos comenzado a vivir la Escuela de modo decidido, tal parece un signo de nuestro hacer, luego de tantos años de espera. La jornada de inauguración y fundación de la SEDE, emocionante e histórica, se vio refrendada con la conversación del día siguiente, en que pudimos sentirnos interpelados/interpretados como Escuela a partir de las preguntas de Clara Olguín, cuyo efecto enigmático e incómodo nos puso a trabajar.

Dos de estas preguntas insisten. La pregunta por el síntoma de la Escuela y por la posición analizante de sus miembros y asociados. Ambas reafirman la proposición de Miller sobre el sujeto de la Escuela o la Escuela como sujeto.

En la Conferencia a la ciudad del día viernes, Alejandro había dado voz a una lectura de nuestro país que considero muy acertada en cuanto provoca identificación inmediata: ser una isla al fin del mundo, excluidos y auto-excluidos, gozando de ese lugar de margen que la geografía nos facilita. Tal posición permitiría mantenernos un poco dentro y un poco afuera, en una cómoda posición de observación y a veces también de crítica. Una alternancia entre sentirse secretamente los mejores –residuo de la concepción de ser los «jaguares de Latinoamérica» como popularizó algún político infatuado hace algunos años- y otras veces, los peores – inhibidos para expresar opinión en público, avergonzados de exponernos mucho, o de «querer» llamar la atención, etc- refleja posiciones que defienden finalmente un «somos distintos que el resto».

A partir de la pregunta planteada por Clara Olguín, sobre cuál sería el síntoma de la Escuela, aparecieron rápidamente conjeturas que fueron tomando cuerpo a través de la repetición de expresiones como «nosotros los chilenos» o «en Chile es así o asá» lo cual llevó a Clara María preguntarnos a quemarropa, «pero bueno, ustedes son ‘analistas’ o ‘chilenos’?»

Sorpresa. Silencio.

Al respecto, pienso que la pregunta por la formación, dirigida en ese momento a un «ustedes», no puede sin embargo responderse sino de uno en uno; sin embargo, ponerla sobre la mesa desde el ‘vamos’ de la Escuela, señala una orientación sin rodeos ni equívocos: La formación no está garantizada por formar parte de una Escuela. Cada quien debe dar cuenta de su recorrido y ofrecer sus preguntas – y no sólo sus respuestas, he ahí la posición analizante- para movilizar y relanzar una y otra vez la transferencia por el psicoanálisis y el deseo de Escuela que nos sostiene.

Sin duda estamos recién comenzando como para establecer cuál es nuestro síntoma de escuela, en mi caso aun para entender cómo es posible que haya un síntoma colectivo, cuando para Lacan «no hay enunciación colectiva». Le doy vueltas entonces, ¿a qué se refiere? ¿Cómo pensar un síntoma que nos acomune a todos? Aun si consideramos la Escuela como un sujeto -tomando la Teoría de Turín-, la pregunta por la construcción de un síntoma analítico de toda una escuela, se mantiene. ¿Dónde se sitúa la singularidad de ese sujeto Escuela para poder interpretarlo, descompletarlo, incomodarlo?