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Me han invitado a hablar sobre el paso de los grupos a la Escuela y sus efectos. Agradezco la invitación, en especial porque han sido preguntas que me han acompañado durante el último tiempo, en un cartel enmarcado en el Movimiento hacia la Escuela.
Primero, quisiera destacar la creación de la Sede de la NEL-Santiago como un efecto. Un efecto del deseo de Escuela que nos habita, y que se ha visto reflejado en una transferencia que nos ha reunido más allá de identificaciones grupales. Ha sido un movimiento, no sólo en términos de recorrido, de un trayecto a seguir, sino también de desplazamientos, remezones que han sacudido las identificaciones propias de una lógica grupal.
También es efecto de una transferencia hacia la NEL, evidenciado en la presencia y participación de muchos de nosotros en las IX Jornadas realizadas recientemente en Guayaquil. Por supuesto, también de una transferencia hacia FAPOL y la AMP, cuya orientación clínica, epistémica y política, han promovido la formación analítica y el lazo entre los analistas.
La propuesta de Lacan es fundar la Escuela, entendida como «ciertos lugares de refugio, incluso bases de operación contra lo que ya podía llamarse malestar en la civilización»[1]. Un rasgo propio de la Escuela, que la distingue de otras instituciones psicoanalíticas, es la no identidad del psicoanalista[2], lo que va en la dirección opuesta a la identificación. Me aventuro a pensar que el paso de los grupos a la Escuela permitirá dar vida a un refugio que aloje lo real de la formación del analista. Un refugio que, reconociendo al Otro social, permita tomar distancia frente a los significantes amo de turno, por ejemplo, frente a la pretensión de reducir la subjetividad a una clasificación o a una cifra, fenómenos que también habrá que analizar considerando las particularidades de Chile.
En un intento por pensar la lógica de Escuela en acto, quisiera mencionar brevemente la interpretación ocurrida en Guayaquil. Los hasta entonces grupos chilenos, por medio de la coordinadora, llevamos un sólido proyecto de Sede que surgió a partir del trabajo colectivo. La reunión de la coordinadora ampliada, más extensa de lo imaginado, despertó una serie de fantasías e hipótesis. La expectativa se mantuvo hasta el día siguiente, cuando nos encontramos para saber sobre lo ocurrido en la reunión. Para nuestra sorpresa, se establece un cambio en el modo de designar el directorio. Hasta aquí el resumen de los hechos. Surge la pregunta: ¿De qué modo se convierte esto en una interpretación?
Miller, en su intervención titulada «Teoría de Turín acerca del sujeto de la Escuela»[3], plantea que «La primera palabra que Lacan dirige a su Escuela, en el momento en que algunos compañeros se asocian, es una interpretación». Se trata de una interpretación que apunta a disociar al grupo y reenviar a cada uno de los miembros de la comunidad a su propia soledad, soledad subjetiva en relación a la causa analítica. De ahí que una Escuela no se funda por una burocracia ni por buenas intenciones.
En este mismo texto, hay dos aproximaciones a lo que sería una Escuela que me provocan especial interés. La primera es: «La Escuela es una suma de soledades subjetivas». La segunda: «La Escuela es un conjunto antitotalitario por excelencia». Son expresiones que me parecen fascinantes porque dan cuenta de una Escuela atravesada por lo analítico, en tanto pone en primer plano la singularidad. Reunidos por una transferencia de trabajo alrededor de la enseñanza de Lacan, pero cada uno de un modo singular.
En su discurso como presidenta de la NEL, Clara María Holguín[4] propone como referencia privilegiar el punto de vista analítico para todo. En esta dirección, plantea como brújula de la Escuela el anudamiento sintomático por medio del cual cada quien trata lo imposible de la no relación. De este modo, la Escuela aloja la locura de cada uno.
Lo ocurrido en Guayaquil tuvo el efecto de interpretación en tanto produjo una división del efecto grupal. De un momento a otro, nos vimos interpelados, uno por uno, frente al acto. Hizo del grupo un sujeto barrado. Cada quien con su soledad subjetiva, y a la vez con un lazo y una transferencia que permitió escuchar la interpretación y continuar con el trabajo.
Durante este Movimiento, me preguntaba en el cartel cómo es posible pasar de la lógica grupal a la de Escuela, considerando que una Escuela está para ser interpretada analíticamente[5]. Siendo una interrogante que se puede abordar de diversos modos, hoy tengo una posible aproximación: al igual que en un análisis, es necesario que frente a la interpretación exista un consentimiento por parte del sujeto.
Sabemos que un analizante puede tomar distintas posiciones frente a las intervenciones del analista: aceptar, negar, menospreciar, sobrevalorar, entre otras. Sin embargo, para que adquiera el estatuto de interpretación, cito a Lacan: «es preciso que haya algo en el significante que resuene»[6]. Si se provoca esta resonancia y el sujeto consiente, tenemos como resultado su división. El yo, inflado de sentido y voluntad va en una dirección, pero se sorprende avanzando en otra. Ese giro sorpresivo altera el sentido y la estabilidad en la que está parado el yo, produciendo un sujeto implicado con su propio inconsciente[7].
Luego de dar vueltas alrededor de un mismo lugar, consentir a la interpretación abre una vía inédita. Esa es, para mí, la apuesta y el desafío que se pone en juego con la creación de la Sede NEL-Santiago. Gracias.
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