- contactonelsantiago@gmail.com
Rosa Lagos
Miembro de la NEL-Santiago
Este Boletín recoge los trabajos presentados en la III Jornada de Presentación de Enfermos realizada en marzo del presente año en la Sede de la NEL-Santiago.
La implementación de este dispositivo se origina en la oportunidad de formalizar una inserción en un hospital de la ciudad favoreciendo el cruce entre la psiquiatría y el psicoanálisis, con la mira puesta en la construcción de una Sección Clínica, lugar que aloja esta práctica dentro de un Instituto de enseñanza del psicoanálisis de orientación lacaniana. Es un encuentro, en el que miembros, asociados y participantes del hospital siguen los principios que rigen esta práctica, de acuerdo a lo instaurado por J. Lacan en Saint Anne.
Encontrarán en este Boletín el texto de Raúl Vega donde nos muestra el lugar donde se realiza, la singularidad de su clínica y una interesante reflexión sobre el pasaje al acto en estos sujetos.
Rosa Lagos, en su texto nos conduce por la experiencia que comporta asistir a este encuentro, resaltando el cruce con el psicoanálisis en intensión y extensión, así como, lo que se juega entre el saber expuesto y el saber supuesto, que convoca tanto a quien entrevista como a los que asisten, a que desde una posición analizante se dejen enseñar por esta experiencia.
Silvia Macri, a través de sus preguntas a los textos, nos orienta por un recorrido sobre lo que en este dispositivo se pone en juego como experiencia epistémica, clínica y ética.
Claudio Morgado, expone el tema del forzamiento como intervención analítica en la práctica de la Presentación de Enfermos, proponiendo su estudio en el caso a caso.
Martha Idrovo, comenta un breve contrapunto entre histeria y psicosis paranoide.
Por último, Natalia Ortiz, en su texto nos lleva a diferenciar la clínica de la mirada de la clínica de la escucha, interrogando lo que ambas tienen de complementario, de suplementario y excedente entre ellas.
La invitación es que a través de la lectura de estos trabajos se conozca lo que se hace en este dispositivo y los interrogantes que abre, como una manera de causar transferencia de trabajo propia de una comunidad analítica.
TEXTOS
Raúl Vega
Asociado de la NEL-Santiago
Nuestro trabajo en el dispositivo de presentación de pacientes comienza hace ya tres años. Lo hemos desarrollado en la Unidad de Cumplimiento de Medida de Seguridad del Hospital Psiquiátrico Horwitz Barack, unidad mejor conocida dentro del hospital como Unidad de Sobreseídos o «sobre poseídos» como se le denomina por algunos colegas, en broma.
La Unidad de Sobreseídos del Hospital Psiquiátrico es un lugar, al cual son derivados personas, que por orden de un tribunal requieren cumplir una sentencia judicial impuesta, y por tanto son enviados a un recinto psiquiátrico. Estas personas han sido sometidas previamente a una investigación y procesamiento judicial, para finalizar en un juicio oral y de la correspondiente sentencia. Lo que significa que en muchos casos han debido permanecer en la cárcel, o también hospitalizados en una unidad especial del hospital mientras se realiza la investigación y el juicio.
Durante cada una de estas instancias legales, han sido nombrados por el Otro con distintos significantes, procesado, imputado, formalizado, sentenciado para al final del proceso entonces ser nombrados pacientes.
Ellos no son considerados responsables de sus actos por la Ley penal, debido a lo cual no son trasladados a una cárcel a cumplir una pena. No reciben lo que judicialmente se entiende como reproche social, es decir, una condena, si no que se les impone una Medida de Seguridad. Aquella medida, se espera que los proteja a ellos y a otros de un nuevo posible acto debido a su enfermedad psíquica.
En la Unidad de cumplimiento de medida de seguridad se encuentra hospitalizados pacientes en su mayoría psicóticos, que son enviados desde distintos lugares de Chile.
El lugar donde desarrollamos el dispositivo de presentación de paciente requiere una aclaración geográfica. Se encuentra ubicado al otro lado, cruzando la calle, por fuera del hospital o donde no todos cruzan. Donde los residentes de psiquiatría no quieren pasar visita, donde el servicio de alimentación se queja por la distancia. Bien sabemos quiénes trabajamos en el hospital, que la unidad de sobreseídos es un lugar apartado, separado. También fuente del imaginario de los colegas psiquiatras, «el lugar de los maleantes, de los forajidos», escuché más de una vez decir a un connotado psiquiatra.
No deja de ser interesante pensar que el hospital, en su conjunto, está así mismo puesto en esta geografía de la relegación. Este se encuentra al otro lado del rio, en la chimba, junto al cementerio, la morgue y otros hospitales. Y que también es fuente de un imaginario colectivo.
¿Qué clínica desarrollamos en este particular espacio?
La clínica que escucha el psiquiatra en esta sección del hospital, es aquella orientada por el diagnóstico como esquizofrenia, trastorno bipolar, la paranoia, pero que está atravesada por una entidad clínica, la del paso al acto. En ocasiones el paso al acto surge como primer anuncio de la enfermedad para la familia, y al mismo tiempo como salida y estabilización. Bien podríamos nombrar a esta unidad hospitalaria como la unidad del paso al acto.
Lacan toma el concepto de paso de acto concebido por la psiquiatría, para convertirlo en un concepto psicoanalítico. Tanto en el acting out como en el pasaje al acto podemos encontrar una estructura significante que permite leer al sujeto en relación con el acto.
En la fenomenología del paso al acto se constata una discontinuidad, una ruptura de la conducta, de la cadena de motivos, que queda por fuera del cálculo y lo premeditado por el sujeto.
«El paso al acto no debe ser entendido como una consecuencia, ni como una relación causal, ni psicológica, ni reactiva a un hecho exterior. Más bien surge como un desencadenamiento por palabras o frases. Es lo que se puede constatar en la clínica.» Esto puede ser escuchado con más claridad en el desencadenamiento psicótico, o en la constitución de un síntoma neurótico, el que surge a la vez por ciertos significantes escuchados.
Una viñeta: «Después de dejar de trabajar y jubilar, comencé con síntomas de depresión, de estar muy cansado, leyendo, ánimo muy bajo» «empezaron los problemas con mi señora, no tan graves, discusiones por cualquier cosa…». «Ella se enojaba y decía: cuando quiera voy a ver toda la noche películas. Esto me fue indignando, subiendo mi presión del malestar, no había cerrado los ojos en toda la noche. Cuando apaga la tele le digo ¿ya terminaste? Y me dijo, no te preocupes esto va a ser peor más adelante». ¿Qué va ser peor? No sé, responde. «Ahí revente y no lo soporté», «pensé en eliminarla, fui a la bodega y busque el hacha y le di…» La golpeé en la cabeza». «En ese momento lo único que sentí cuando ya no había vuelta, tuve mucho miedo, terrible… como el odio a mi señora, me di cuenta del daño, tanto para mí como a mis hijos y nietos.»
¿Por qué lo hizo, por qué mato a su mujer? «por la rabia de ese momento».
Lacan denomina el pasaje al acto » un callejón sin salida subjetivo». Si la Angustia es una traducción subjetiva de la presencia del objeto a, el pasaje al acto se inscribe en un modo de relación que excluye al Otro, pero, preserva el vínculo entre sujeto y objeto.
Para Lacan el paso al acto resulta de un proceso subjetivo caracterizado por la presencia de tres tiempos llamado instante de ver, el tiempo de comprender y el momento de concluir. El primero y el último funcionan en la instantaneidad. En cambio, el segundo el tiempo de comprender es la continuidad.
En el caso de la psicosis el pasaje al acto presenta la característica de considerar el tiempo de concluir al mismo tiempo que el tiempo de ver, sin presentar un tiempo de comprender, es decir, el sujeto es movido por una certeza.
¿Qué mueve a un psicoanalista a asistir a una presentación de enfermos en el hospital?. ¿Qué hay de particular en esta espacio. ?
¿Qué movió al creador de este dispositivo a iniciarlo y mantenerlo por más de 30 años operativo en el hospital de Sant Anne ?
Algunos extractos del capítulo de libro de la presentación de pacientes de Laura Valcarce referidos a la Ética del psicoanálisis.
Lacan dedica en su seminario siete, correspondiente en los años 1959 y 1960, a la ética del psicoanálisis. En la clase del 18 de noviembre de 1959 introduce el tema de este modo: «bajo el término de ética del psicoanálisis se agrupa lo que nos permitirá más que cualquier otro ámbito, poner a prueba las categorías a través de la cual creo darles, en lo que les enseño, el instrumento más adecuado para destacar qué aporta de nuevo la obra de Freud a la experiencia del psicoanálisis que de ella se desprende».
Miller subraya el carácter inédito que representa hablar de ética, en la medida en que la experiencia analítica implica una suspensión de los valores. Destaca así que no se trata de una ética tal como tiene la filosofía, no es una ética para todos, sino una ética del psicoanálisis. Ética del psicoanálisis quiere decir ética relativa el discurso del analista, que debe entenderse igual que en el deseo del analista, o sea de ninguna persona.
En introducción el método psicoanalítico, Miller recuerda aquí que el bien decir, para la Lacan es la llave de la ética del psicoanálisis, una ética del dicho y del decir. Se trata, justamente, del valor que adquiere la palabra en su carácter fundacional produciendo un alejamiento de una supuesta realidad objetiva que responde a una idea dominante respecto de una norma vigente. La palabra funda un hecho y es con eso mismo que el psicoanalista sabe hacer en una presentación de pacientes.
Si, como afirma Miller, lo esencial es lo que el paciente dice, es porque ello implica una separación de la dimensión del hecho para producirse en la dimensión del dicho. Entonces, es a partir de los dichos es donde se podría localizar el decir de un sujeto. desde esta perspectiva, «es imperativo para el analista distinguir siempre le enunciado de la enunciación y, paralelamente el dicho del decir.» Una cosa es el dicho como hecho y la otra lo que el sujeto hace de lo que dice.
Ya en encuentros anteriores hemos podido revisar la lógica de funcionamiento del dispositivo de presentación de pacientes en contraposición al dispositivo de presentación de paciente médico.
Hemos podido diferenciar el lugar del médico, como maestro, quien ocupa la presentación de un paciente con fines docentes, de diagnóstico, de supervisión de casos. Dirigido a un público que es ubica como los enseñantes.
En este dispositivo, el paciente queda en el lugar de aquello que será analizado, disecado confrontado, y evaluado siguiendo el protocolo médico del diagnóstico y del consiguiente tratamiento.
Justamente es Lacan quien subvierte este dispositivo médico reubicando al paciente al lugar de sujeto y al entrevistador como generador de un vacío que permite que el paciente hable, y logre escuchar su decir. Así también la audiencia quedara en el lugar de la escucha de la escena entre el paciente y el entrevistador, consintiendo dejarse atravesar por los significantes que se ponen en juego en la entrevista .
Miller señala que el analista no recibe casos clínicos, somos nosotros los que los transformamos, por nuestra elaboración de saber, en casos clínicos, Si el psicoanalista recibe casos, no son más que casos éticos. Por un lado, se destaca la importancia de la singularidad: no se trata de un caso clínico sino de la localización subjetiva que hace de cada » enfermo» uno por uno y, por otro lado, se aísla con precisión la clínica como un segundo momento lógico, es decir, a partir de la inauguración de saber.
Se subraya así la distancia existente entre el encuentro de un analista con un paciente y la posterior elaboración de saber que puede producirse. Resaltamos entonces que el caso clínico es un punto de llegada, se arriba a él por una transformación, una construcción que hace la lista en su función de al menos.
Si la introducción del deseo del analista es el elemento que posibilita la modificación del dispositivo, en definitiva, ellos se producen porque el deseo del analista es sin duda una categoría ética.
BIBLIOGRAFÍA
Rosa Lagos
Miembro de la NEL-Santiago
Parto de la premisa que la experiencia de asistir a una Presentación de Enfermos, como entrevistadora o como asistente, hace parte de mi formación permanente como analista. Pienso que es una situación privilegiada, en tanto en ella se conjugan la ética del acto, la política del psicoanálisis y la episteme teórica clínica, que me confronta desde una posición analizante con un no saber irreductible.
El dispositivo Presentación de Enfermos es una práctica que Lacan realizó durante casi tres décadas en el hospital de Saint Anne, al cual acudía dos veces por semana para encontrarse con un enfermo, en presencia de un auditorio de alumnos.
Allí, en acto, se establecía la diferencia entre una entrevista regida por la clínica de la mirada, en la que se trataba de verificar un saber constituido en un paciente situado en posición de objeto a observar, y una clínica de la escucha en la que el entrevistador se deja enseñar por el paciente, en palabras de Lacan «al precio de una sumisión completa, aun cuando sea enterada, a las posiciones propiamente subjetivas del enfermo».[1]
Se opera así un desplazamiento de la mostración de signos, propia de la clínica psiquiátrica, al discurso analítico, propio de la praxis lacaniana.
Las presentaciones de Lacan eran comentadas, en otro momento, en lo que se llamó el Círculo de Clínica psicoanalítica, organizado por J.A.Miller y otros, que posteriormente pasó a ser el núcleo de la Sección Clínica en el Departamento de Psicoanálisis que Lacan creó en enero de 1977.[2]
En nuestra experiencia, hemos organizado esta práctica en la Unidad de Cumplimiento de Medidas de Seguridad, dependiente del Servicio de Psiquiatría Forense del Instituto de Psiquiatría Dr. José Horwitz Barak, en reuniones de una vez al mes, por dos horas aproximadamente, que hemos dividido en tres momentos: Primero la entrevista con el paciente, segundo, la discusión entre y con los asistentes y un tercer momento de elaboración personal sobre un punto o tema que produjo una interrogación en alguno de los asistentes que se propone traer desarrollado para el próximo encuentro. Hoy en esta Jornadas tendremos oportunidad de escuchar tres de ellos.
Sin duda que esta práctica tiene en sí misma la «estructura de exposición»[3] tanto del que entrevista como del paciente, en cuanto se da una «introducción del Otro en una esfera que se quería protegida, reservada»,[4] requiere de un especial cuidado para no exponer más aún al sujeto psicótico, precisamente un sujeto que ya está expuesto, en lo más íntimo de sus pensamientos y a veces incluso en su cuerpo, a la invasión de ideas y sensaciones que le son extrañas.
Tomando en cuenta esta condición inherente a esta práctica, podría pensarse que es aún más delicado su ejercicio en esta Unidad del Hospital, dado que son pacientes expuestos a múltiples entrevistas con jueces y abogados, otorgándole una particularidad, pero sin embargo, esta condición no influye para nada la especificidad propia de una experiencia analítica, en la que se sigue teniendo como interlocutor al parletre, sujeto del lenguaje y de la lalengua, es decir al sujeto en sus dos vertientes como sujeto del significante y como sujeto del goce.
La pregunta por la formación del analista ha sido un tema que me ha acompañado durante toda mi relación con el psicoanálisis, tiempo en el que he transitado por diversos dispositivos, además, por supuesto, del propio análisis, del control y de los seminarios, destaco el Cartel y la Presentación de Enfermos, este último como experiencia, como experiencia que comporta un punto de encuentro, un cruce entre el psicoanálisis en intensión y extensión y entre el saber supuesto y el saber expuesto.
En intensión, es una práctica que pone al psicoanalista que realiza la entrevista en el banquillo, y en este sentido es también una instancia política, en tanto queda expuesto el hacer de ese analista con ese paciente en particular, en la contingencia de lo que es un solo encuentro.
En este sentido, es una entrevista que pone a cielo abierto cómo su práctica se apoya sobre su propia formación analitica, es decir se conjuga por un lado su experiencia como analizante y por otro lado su praxis como analista, en ambas a partir de lo que no se sabe, pivote que orienta la experiencia.
Es una experiencia analítica, entendida como subjetiva, como la concibe Lacan, una progresión dialéctica entre el sujeto, la verdad y el saber,[5] tanto para el que entrevista como para los que asisten, que tal como lo dice Miller en Enseñanzas de la Presentación de Enfermos:
«Enseñanza, Lacan no profesa ninguna en ese lugar. Lo que se aprende, se capta al vuelo, de la boca de uno o de otro, y nunca se está demasiado seguro de asir algo con la mano, o nada»[6]
Cita que, a mi modo de ver, muestra que tendría como efecto una transmisión, no una enseñanza, es decir, una transmisión en tanto tendría un efecto de transformación subjetiva en el que participa, donde cada uno obtiene su propia experiencia de la verdad en relación con el saber y el goce, lo que cristaliza como efectos de formación en transferencia.
En el cruce con la extensión, estaríamos frente al psicoanálisis que se proyecta en el campo institucional, donde el analista se ubica como un éxtimo que puede aportar una mirada distinta sobre el paciente y su tratamiento, así como participar de un espacio en el que los funcionarios del hospital pueden acercarse al psicoanálisis y a sus aportes sobre la clínica y posible tratamiento, desde una lógica diferente a la de la psiquiatría.
J.A. MIller[7] sitúa la práctica de la Presentación de Enfermos en el Instituto,(sección clínica), en tanto en él se profesa un saber expuesto, puntualizando que en la Presentación de Enfermos no se trataría del saber supuesto, saber que es propio en la Escuela y necesario en un análisis, situación que confiere a la relación entre Escuela y Sección clínica una relación problemática. Es una disyunción para el analista practicante, entre saber expuesto y saber supuesto, sin embargo, como Miller plantea el problema, hay que tratar que el psicoanalista no se ahogue en el saber supuesto!
Pienso que el binomio saber expuesto/saber supuesto, se pone en juego de manera importante en esta práctica, debido a que en la Entrevista misma el analista que entrevista está en una posición de saber supuesto, de no saber, de dejarse enseñar por los dichos del paciente que es quien sabe, dejarse enseñar cómo se las ha arreglado con su goce, en una «posición sumisa a la subjetividad del paciente» como señalé antes, pero en el segundo momento, de conversación, es necesario que apueste con «algo» de un saber expuesto, pero abierto a la discusión, precisando algunos términos y conceptos de la clínica, que no todo quede librado al saber supuesto, como lo advierte Miller en el texto citado Los inclasificables de la clínica.
Sin embargo, si bien este es un delicado punto, cuyo peligro es acercarse a la infatuación, aún me cuesta ver que esta práctica sea una actividad «docente», tiene algo de docencia sin duda, pero creo que no es su espíritu transformarla en un discurso universitario.
Nuestra Escuela ha propuesto un programa de Presentación de Enfermos de dos años de duración, lo pueden ver en la página web, que hemos intentado seguir pero que no hemos podido cumplir a cabalidad, es una propuesta, lo que entiendo como algo a evaluar, si es que se puede cumplir en nuestra sede, por lo pronto, este dispositivo de formación lo hemos llevado adelante con la ética y el rigor que exige nuestra práctica.
NOTAS
Silvia Macri
Miembro de la NEL-Santiago
Preguntas efectuadas a los textos:
¿Qué se espera de una presentación de enfermos? ¿Qué la diferencia de una entrevista psiquiátrica? ¿Supone una enseñanza o transmisión? ¿Se trata de una experiencia docente o de una experiencia clínica de la que se esperan efectos terapéuticos? ¿Es una entrevista diagnóstica? ¿Qué lugar o participación tienen los asistentes? ¿Qué significación puede tener para el paciente? ¿Se realiza con su consentimiento? Y en ese caso ¿qué espera el paciente de ese encuentro?
En el encuentro con un analista -a diferencia de los que el enfermo mantiene habitualmente con su médico tratante quien por lo general evalúa la evolución de los síntomas a fin de establecer o confirmar diagnóstico pronóstico y tratamiento- se trata de privilegiar la escucha, dando lugar a la palabra del paciente en un diálogo que intenta restituirle al enfermo su estatuto de sujeto, detectar su posición respecto de sus propios dichos, como así también ubicar las respuestas o defensas que ha encontrado para vérselas con lo real de su goce y, en lo posible, precisar la eficacia de esas respuestas para mantener el goce a raya e intentar ubicar los momentos de desencadenamiento o estabilizaciones si es que las hubo.
Más allá de la descripción o el testimonio que el enfermo pueda hacer de su padecer o de sus síntomas, que pueden o no ajustarse a protocolos universales que permitirían hacer un diagnóstico psiquiátrico, el analista apuntará a los datos más singulares, a los «divinos detalles», los que más se alejan de las generalidades. El paciente puede decir: «Tuve un brote psicótico» el analista no comprende que es un brote psicótico, pide explicaciones, permite que el enfermo despliegue su discurso sobre que es un brote psicótico para él. Su intervención no sugiere ni supone nada, se limita a preguntar o subrayar algunos datos del discurso a fin de ir armando una lógica del caso. Se trata de recortar o despejar algún rasgo particular que permita construir algo nuevo o diferente de aquello que el enfermo ha encontrado hasta el momento en su tratamiento.
Si bien se trata de un dispositivo de transmisión, la entrevista en sí podría tener un valor terapéutico derivado no solamente del hecho de «restituirle al loco su estatuto de sujeto», sino también de escuchar y subrayas ciertos datos que otras disciplinas no tomarían en cuenta. Hablando de las presentaciones de enfermos de Lacan, Jacques Alain Miller afirma: «…el enfermo, un desafortunado, encuentra allí sin saberlo, un rostro de su destino; durante una o dos horas será escuchado, preguntado, sondeado, manejado, finalmente calibrado, y las pocas palabras que saldrán finalmente de la boca de Lacan pesarán mucho… en la balanza de su suerte».
En algunas ocasiones, como consecuencia de la posterior discusión, se puede obtener alguna orientación clínica para el médico tratante.
Respecto del diagnóstico, -si bien no se trata de una entrevista diagnóstica, ni el comentario posterior debiera estar centrado en el mismo- tratándose de una experiencia docente es importante que el entrevistador pueda concluir algo sobre el mismo en base a la lógica que ha armado del caso. A diferencia de la psiquiatría, no se tratará de un nombre que etiquete al paciente sino de una orientación para el posterior tratamiento.
Los asistentes que permanecen velados y silenciosos durante la presentación, «voyeurs, escuchadores, están ahí de sobra», podrán tener una participación activa en la discusión posterior dando cuenta de lo que pudieron «captar al vuelo de la boca de uno u otro» conversando sobre los fenómenos observados y haciendo un análisis tanto de los dichos del paciente como de las intervenciones del analista y sus posibles efectos en el enfermo.
El paciente ha consentido a la entrevista, él tiene sus razones, en algunos casos las explicita, en otros no están claras para él ni las razones por las que aceptó o quiso ser entrevistado ni los efectos que tuvo la entrevista, al respecto relata J A Miller: «…A menudo la última pregunta de Lacan era: ¿Y cómo ve usted el futuro?»…
BIBLIOGRAFÍA
Claudio Morgado
Miembro de la NEL-Santiago
La presentación de hoy se circunscribe en lo que considero un gesto permanente de inclusión del auditorio dentro de la presentación de enfermos que tenemos. Las resonancias apuntaban a una evocación ya sea teórica, clínica o práctica respecto de la entrevista. En lo que me tocó, en lo que quedé convocado fue en el sesgo de teorizar un aspecto de la práctica.
En particular, a propósito de un caso y de interrogantes respecto de la formación en la práctica de la presentación de enfermos, es que me interesó trabajar alguna de las pistas que había en Lacan para rodear el forzamiento. La teoría de la práctica considera pensar, bajo el concepto del forzamiento, una vertiente próxima a un efecto de interpretación.
La idea de forzamiento, en una primera aproximación, me sonaba a llevar las cosas a un límite, un límite más que nada en el campo del sentido. La lectura de dos referencias de Lacan, me hizo considerar un horizonte algo más amplio a la vez que me permite situar un punto de orientación en la práctica. Ambas son recuperadas de su última enseñanza.
En el seminario «El sinthome» expone:
Digamos que es el forzamiento de una nueva escritura, que tiene lo que es preciso llamar por metáfora un alcance simbólico, y también el forzamiento de un nuevo tipo de idea, si puedo decir así, una idea que no florece espontáneamente por el solo efecto de lo que produce sentido, es decir, lo imaginario.
No se trata tampoco que sea algo del todo ajeno. Diré incluso percibir, palpar, pero de manera completamente ilusoria, lo que puede ser lo que se llama la reminiscencia, y que consiste en imaginar, a propósito de algo que funciona como idea pero que no es tal, que se la reminis(ce), si puedo expresarme así. (Lacan, 2008, p. 128-129)
Antes de esta referencia Lacan va apuntando a que el forzamiento es puesto al costado del traumatismo, que tiene efectos de escritura. El forzamiento en primer término considera una nueva escritura y de ella se desprenden consecuencias a nivel simbólico, algo que diferencia y desde el punto de vista imaginario, el sentido. Lo perceptible y lo palpable, que apunta a lo real, tiene un límite en las formas en las que puede quedar referido. La reminiscencia, en tanto real, se dirige a la extracción de sentido, un resto de sentido. Así, el forzamiento tendría algunas cualidades de no cerrarse al campo del sentido y que considera algo que ya hay. En esto último, en el «no se trata tampoco que sea algo del todo ajeno«, se apuntaría a algo que está ahí, en tal dirección no se fuerza aquella idea que no existe. Implica algo legible. Es notable como se puede ubicar la producción de una nueva escritura. Diría, que con mayor precisión lo que se encuentra más allá del sentido es aquello que se alcanza a palpar, por medio de efectos, a través de actos incluidos en la práctica analítica. Conviene ubicar la forma de poder leer, de poder situar la lectura sin sentido. ¿Cómo hacerlo? La siguiente referencia me permite avanzar, aunque no agotar el asunto.
Si son psicoanalistas verán que el forzamiento por donde un psicoanalista puede hacer sonar otra cosa, otra cosa que el sentido. Pues el sentido es lo que resuena con ayuda del significante. Pero lo que resuena no llega lejos -es más bien fofo. El sentido es algo que tapona. Pero con ayuda de lo que se llama escritura poética, pueden ustedes tener la dimensión de lo que podría ser, de lo que podría ser la interpretación analítica. (19-abril-1977)
Lacan subraya la incompatibilidad entre forzamiento y sentido. Manifiesta su límite en el sentido, como efecto de significante. La escritura, la escritura poética queda referida más específicamente, como aquello que nada más se escribe y que no tiene lo bello en su horizonte, o por lo menos no lo bello de la forma, sino una estética china, sosa, como lo puntualizara Miller en «Cosas de familia». El forzamiento, como una táctica más próxima a la interpretación, se encontraría orientada no por la perspectiva de la oposición, sino en la perspectiva de un uno sólo sin dialéctica.
Para seguir la investigación, si el forzamiento está orientado por los efectos deducidos de una lectura parecida a la escritura poética, sería conveniente apuntar a lo que compete al analista apuntar a un no dialectizable, producto de una operación analítica. ¿Cómo pensar esto en la práctica del uno por uno de una presentación de enfermos? Sería útil pensar el punto de extracción en los casos presentados para evaluar si dicho efecto es factible de formalizar.
Martha Idrovo
Asociada de la NEL-Santiago
El tema de mi interés, a propósito del caso presentado, es la diferenciación de la escena que el paciente pone de manifiesto en la entrevista que alude a una psicosis paranoica y una escena de una neurosis histérica.
En la psicosis paranoica existe un narcisismo donde se incorpora el mundo exterior al yo, no demarcando los límites del afuera y adentro en donde el todo está en su ser.
Siguiendo a Freud, cuando indica que el mecanismo de proyección que posee el paranoico origina una forma de interpretación que desconfía, es llamativo puesto que el paciente entrevistado habla sobre el tema de la desconfianza, esa desconfianza en el Otro y el mismo como un todo. En la entrevista se muestra en su mirada dirigida a los asistentes y en su pregunta «¿y esto para que es?». De entrada, quizás exista una finalidad del paciente que es que este Otro lo ayude a sus intereses, monta una escena desde su interpretación de desconfianza del otro, tratando de dar signos de «estar mejor», pero ese Otro que goza de él irrumpe porque el goce del cuerpo se sitúa en el campo del Otro, desmontando su fragilidad simbólica, entregando información y manifestando su desconfianza. La escena de la psicosis paranoica es hacia otro que lo goza y de quien desconfía. donde los tres registros independientes entre si, lo imposibilitan de asumir su propio goce como parcial o lo parcial del goce del otro.
Por el contrario, en la escena de la neurosis histérica esta parcialidad y los tres registros están anudados, por esta razón la histérica al creer que el Otro goza de ella pone en ejecución su registro simbólico para elaborar esta creencia desde sus fantasías de seducción, no existiendo ese vacío en el lugar de la significación que aparece en la paranoia donde la creencia se convierte en certeza e invade en su totalidad los tres registros. En la histeria hay tratamiento por lo simbólico que se mantiene en sus escenas, por el contrario ese intento se desmantela en la paranoia al no anudarse a su registro real.
Natalia Ortiz
Asociada de la NEL-Santiago
¿Cómo se puede basar una ciencia en lo que recuerda o deja de recordar una persona?
Jorge Luis Borges.
Desde mi lugar de asistente a las presentaciones de enfermos, en donde se entrecruzan los discursos psiquiátrico, jurídico y psicoanalítico, me resuena compartir algunas apreciaciones sobre la clínica de la mirada y de la escucha, homologándolas la primera con la psiquiatría y a la segunda con el psicoanálisis.
Bercherie en Los fundamentos de la clínica (1986) menciona que la clínica psiquiátrica, sitúa su punto de partida con Pinel, centrándose en la observación y descripción de las perturbaciones psicopatológicas, donde «la mirada parece constituir la metáfora que obsesiona esta práctica (…) la observación y la modalidad de la mirada, la define completamente, en las distintas etapas y escuelas, se encuentra en el valor universal de la clínica la mirilla exigua a través de la cual mira el mundo de la psicopatología» (Bercherie, 2009, pág. 9).
Desde Foucault (2011) el nacimiento de la clínica es en la mirada, el ojo pasa a ser fuente de toda claridad, con el poder de hacer manifiesta una verdad que se concibe por el sólo hecho de ser visible. La mirada viene a fundar al individuo en su calidad de irreductible, organiza alrededor de él un lenguaje racional, el objeto del discurso pasa a ser el sujeto. Por lo que el acceso al individuo como objeto del discurso es gracias a la mirada positivista, quedando así entre la dualidad de lo visible y lo invisible, de esta manera, lo que se busca es que en una sola figura, se articulen el lenguaje médico y su objeto, cambiando desde la pregunta ¿qué tiene usted? a la pregunta ¿adónde le duele a usted?; donde la clínica busca bajo la mirada, sustentar el discurso médico con la posibilidad de un lenguaje sobre la enfermedad que denote exactitud entre la palabra y lo observado, el enfermo y la enfermedad, lo individual y lo conceptual, en fin, entre lo visible y lo enunciable, donde la reversibilidad entre estos, es una exigencia de la clínica, describir es ver y saber la verdad de las cosas al mismo tiempo.
Entre esos sujetos en calidad de objetos de observación se encuentran los locos que en la época clásica se les atribuía estar por fuera de la razón, en la sinrazón (Foucault, 2010), pensando que la cura debía suprimir toda enfermedad, en el caso de la locura se haría atacando la sinrazón- todos sus determinantes y todo lo determinado por ella- a través del dominio clínico, su nexo entre teoría y práctica, ajustados a una experiencia concreta y a un lenguaje en común que permita al menos la comunicación imaginaria entre médico y enfermo (Foucault, 2010). Es Freud con su invención del psicoanálisis quien va a tomar a la locura en su nivel de lenguaje, «no se trata de psicología lo que se trata en el psicoanálisis, sino precisamente de una experiencia de la sinrazón que la psicología del mundo moderno tuvo por objeto ocultar» (Foucault, 2010, pág. 529).
El psicoanálisis subvierte la clínica, sus prácticas y sus discursos. En la clínica psicoanalítica «la palabra es el único medio, el único tercero entre analista y analizante» (Clavreul, 1978, pág. 12). Sólo desde la clínica psicoanalítica se puede enfrentar al sujeto con su deseo, lo que hace surgir el saber inconciente. Cabe señalar que «hay un deseo porque hay inconciente, es decir, lenguaje que se le escapa al sujeto en su estructura y sus efectos (…)» (Clavreul, 1978, pág. 21). Además, la clínica psicoanalítica, se toma del error, considerado como lo contrario al rigor que exige la ciencia, pero Freud demostró que los errores tienen un punto en común y están sujetos a leyes, lo que Lacan confirma, diciendo que son las leyes del lenguaje. Así el psicoanálisis no busca poner en la normalidad al paciente, sacarlo del error planteado por la psicopatología, más bien, entiende que en el error, desvío y obstáculo hay algo que oír.
Entre dos puntos de referencia interviene el psicoanálisis: la demanda del enfermo y el goce del cuerpo. En lo que respecta a la demanda del enfermo al médico, hay que considerar que hay enfermos que no esperan la cura, también colocan al médico a prueba de sacarlo de la condición de enfermo, lo que puede implicar que él está muy atado a la idea de conservarla. También puede demandar que se le autentifique como enfermo; o en otros casos para que se le preserve en su enfermedad. Frente a lo que Lacan (1986) propone considerar que hay una falla entre la demanda y el deseo, pues alguien puede pedir algo opuesto a lo que desea. En cuanto al goce del cuerpo, Lacan (1986) refiere que el cuerpo humano en la medicina es fotografiado, calibrado, diagramado, está bajo la mirada omnipresente para tener medidas de control cuantitativo sobre el. Postula, al contrario de la dicotomía cartesiana del pensamiento, que el cuerpo no se caracteriza tan sólo por la dimensión de la extensión sino que «un cuerpo es algo que está hecho para gozar, gozar de sí mismo» (Lacan, 1986, pág. 92). Por lo tanto, lo que le pone límite a la mirada es el lenguaje y el cuerpo… De esta forma, el psicoanálisis va más allá de los signos y síntomas, pues subvierte la noción de síntoma que se encuentra en la semiología psiquiátrica y lo médico, donde se entiende como entidad mórbida haciendo énfasis en la función de la mirada (Lacan, 1970). Va más allá de la mirada, invita a salirse del campo de la mirada para llegar a la escucha; entrar al campo de la palabra y del lenguaje.
El psicoanálisis ha demostrado que también se sufre de lo que no se puede decir. Y que la mirada no puede suponer que lo visto es entendido por el mero hecho de ser visto o que palabra representa a una cosa y cada cosa a una palabra.
Finalmente, es importante señalar que en el presente escrito se han articulado algunas características sobre la clínica de la mirada y de la escucha, comprendiendo que hay variables en discordia y otras en enlace, que pueden facilitar el carácter interdisciplinario entre psiquiatría y psicoanálisis, dejando la interrogante sobre lo que hay de complementario, suplementario y excedente entre ellas.
¿Cómo se puede basar una ciencia en lo que recuerda o deja de recordar una persona?…
A lo que agrego: ¿Cómo se puede basar una ciencia en lo que dice o deja de decir una persona?
BIBLIOGRAFÍA
Envíanos tu correo para suscribirte a nuestra lista de difusión